Ciencia para impacientes

viernes, diciembre 18, 2009

FORO ENSAYA 2009: Contar la ciencia. Contar con la ciencia.

El mundo está en continua transformación motivada por los avances de la ciencia y la tecnología. En el horizonte cercano del 2050 las nuevas fronteras entre la vida y la muerte, lo natural y lo artificial, entre otras, necesitarán ir acompañadas de un desarrollo social y una opinión pública con cultura científica que sepa asimilarlas, criticarlas y utilizarlas.

En este contexto, el pasado 20 de noviembre se celebró en la Casa de los Periodistas de Logroño la presentación del libro “Un breve viaje por la ciencia” que recoge los quince mejores trabajos presentados a Ensaya’08, IV Certamen “Teresa Pinillos” de ensayos de divulgación científica y humanística. Aprovechando esta ocasión, también tuvo lugar la mesa redonda “Contar la ciencia. Contar con la ciencia”, que contó con la asistencia de numeroso público. En la mesa redonda, dedicada a debatir los retos y oportunidades de la divulgación científica en español, participaron Pedro Campos, en representación de la Real Sociedad Española de Química; Rosario García, decana de la Facultad de Ciencias de la Universidad de La Rioja; Malen Ruiz de Elvira, periodista de El País y jurado de Ensaya’08, y Dolores Fernández, directora de la Casa de las Ciencias de Logroño.

En nuestros días, la ciencia está detrás de prácticamente todo lo que nos rodea. Noticias sobre alarmas sanitarias como la gripe A, sobre el cambio climático, sobre crisis energéticas, sobre medicamentos milagro, etc. requieren que el ciudadano disponga de información científica comprensible y rigurosa para que pueda formar su propia opinión de manera crítica. A este nivel, la divulgación y la comunicación de la ciencia adquiere un valioso papel educativo y cualquier esfuerzo en acercar la ciencia resulta inestimable. Los medios de comunicación juegan un papel esencial en este acercamiento y también la propia ciencia debe estar sujeta a su autocrítica. La mesa trató de reflejar la percepción sobre este tema, tanto desde el ámbito científico como desde el ámbito de los medios de comunicación y los museos de ciencia.

Los científicos deben enfrentarse a menudo a la pregunta “¿y esto para qué sirve?”, transmitiéndose muchas veces un mensaje de “eso es una perdida de tiempo”, tal y como señaló Pedro Campos. Además, la imagen que se presenta de los científicos en el cine y la televisión suele tener connotaciones negativas al relacionarles con el origen de peligros medioambientales, de graves amenazas víricas, o con la creación de temibles armas que acaban en manos de terroristas. La ciencia, además de argumento desfigurado para las películas más taquilleras, también es cultura y por ello, merece un espacio destacado tanto en los medios de comunicación como en los planes de estudios de la educación básica y superior. Conocer algo tan cotidiano como el funcionamiento de un microondas, por ejemplo, puede ser una experiencia muy gratificante y que estimula el gozo intelectual del ciudadano más profano.

miércoles, diciembre 02, 2009

Copenhague: La hora de los valientes

[Artículo publicado en el diario La Rioja con fecha 29 de noviembre de 2009]


Copenhague se convertirá en el principal foco de atención mundial durante los próximos días. Los principales mandatarios del planeta se reunirán del día 7 al 18 de diciembre en la capital danesa para hablar sobre cambio climático. Es hora de renovar el protocolo de Kyoto con otro acuerdo que deberá entrar en vigor a partir de 2012. También es hora de ver el compromiso real que tienen las distintas naciones en afrontar y luchar contra la crisis medioambiental que se nos viene encima.

Para que se hagan una idea del tipo de crisis a la que nos enfrentamos mencionaré tres noticias que han sido publicadas en distintos medios de comunicación durante el último mes.


Primera noticia: “El Ártico amenaza con fundirse por primera vez en quince millones de años”. Investigaciones en los sedimentos del fondo oceánico de esta región han demostrado que la parte central del Ártico ha estado permanentemente helada durante todo ese periodo. Sin embargo, la reducción de cobertura helada que se está produciendo en los últimos años hace suponer que nos quedan unos veinte veranos para ver su deshielo completo. No pregunten dónde estaba el ser humano la última vez que ocurrió este suceso. Simplemente, no estábamos.

Segunda noticia: “Las perspectivas de supervivencia de los corales se antojan tan escasas que los científicos ya han empezado a congelar muestras para salvar a estos organismos de su total desaparición”. Los científicos aseguran que la desaparición de los corales durante los próximos cien años es inevitable aún alcanzándose las mejores previsiones de reducción de emisiones de gases invernadero. Así que, al parecer, hablamos de un ecosistema entero sentenciado a muerte. Recordemos que los corales son uno de los ecosistemas que albergan mayor biodiversidad y que son refugio de multitud de peces jóvenes que no se adentran en aguas abiertas hasta alcanzar un tamaño que les haga menos vulnerables. Por si fuera poco, se estima que sirven de fuente de ingreso, alimento y protección a quinientos millones de personas a lo largo de todo el planeta.

Y tercera noticia: La concentración de gases contaminantes en la atmósfera alcanza su nivel más alto”. Según Michel Jarraud, máximo responsable de la Organización Meteorológica Mundial, dependiente de la ONU, esta tendencia conduce a los escenarios más pesimistas acerca del aumento de las temperaturas en el planeta, entre un 2’4 y un 6’4º C para final de siglo.


jueves, noviembre 05, 2009

Darwinismo popular: ¿está escrito nuestro destino?

Hace tiempo que quería escribir una entrada sobre evolución en el blog, aprovechando que estamos en el Año Darwin. El tema se ramifica de forma inquietante cuanto más indago en busca de respuestas, así que voy a empezar por una cuestión sencilla: la interpretación popular de la teoría de la evolución como la garantía, científica, de que el hombre progresará de forma indefinida. Hablo del progreso en el sentido que le daba la Ilustración (corriente intelectual de la que seguimos siendo en gran medida herederos): el avance hacia cotas crecientes de bienestar y felicidad.

>Primero me centraré en algunos ejemplos que revelan la fortaleza de esta interpretación popular. Y acabaré con una breve reflexión al respecto, mero preámbulo a un nuevo post sobre si existe o no un programa de conducta inscrito en el ser humano, un destino de tipo ético. El tema está de candente actualidad, hoy he leído dos artículos al respecto, y no me resisto a enlazarlos ahora desde aquí: Más allá del Homo economicus, glosa de una obra del Nobel de Economía Amartya Sen, Sobre ética y economía (1989), y el enlace relacionado que propone el autor de la entrada anterior, El gen altruista: la evolución nos hizo bondadosos, donde se argumenta en contra del darwinismo social al hilo de investigaciones científicas recientes, en particular la obra del primatólogo Frans de Vaal, The age of Empathy (La era de la empatía, 2009).

1. Los indicios que he encontrado de que la evolución del hombre se suele intepretar en el sentido de un continuo ir hacia mejor son, irónicamente, refutaciones. Es decir, frente a la común creencia, alguien se propone demostrarnos que en realidad vamos a peor. Primer "contraejemplo", una viñeta de Forges al hilo de la conmemoración del Año Darwin. Por si no queda clara la desolación en el rostro de Darwin, que tiene todo el aspecto de un barbudo avatar del Creador, Forges nos recuerda que hoy en día aún tenemos pendiente la tarea de erradicar la esclavitud.

Confieso que la anterior viñeta es la que me movió a pergeñar esta entrada, meses atrás. Con poco esfuerzo se pueden añadir otros "contraejemplos" más.







Este es tan popular que hasta se ha convertido en motivo de camisetas:




















Y ha dado para múltiples variantes, incluida otra del pensador ilustrado Forges:





















Otro clásico: la canción de The Kinks, Apeman (1970), cuya letra no tiene desperdicio:

Como el post resulta un tanto heterodoxo, voy a acabar citando la obra de Louis Pauwels y Jaques Bergier, La rebelión de los brujos (1970). Muchas afirmaciones contenidas en este libro y en su predecesor, El retorno de los brujos (1960), son discutibles en grado sumo y, con frecuencia, carecen de fuentes en las que apoyarse (algo básico para que puedan ser consideradas serias). Pero su invitación a desarrollar el "pensamiento lateral", la búsqueda de explicaciones en principio contrarias a las formas de razonamiento establecidas, aunque no irracionales, resulta muy estimulante. También me parecen reveladores, y a ello se debe esta referencia, los paralelismos que detectan entre ciencia y paraciencia. Antes de que me tiréis piedras (antiquísimo sistema de refutación que queda bien reflejado en Ágora) transcribo el pasaje en el que Pauwels y Bergier traducían el ambiente mental de su época respecto al darwinismo, a finales del siglo XX. Su descripción refleja el darwinismo popular, ampliamente extendido, al que alude el título de este post: la interpretación de la teoría de la evolución como una nueva religión, que predestina el futuro de la humanidad.

"Nuestros abuelos habían decretado la muerte de Dios. Pero la Trinidad resistió el golpe. Sólo cambiaron las palabras. El Padre se convirtió en la Evolución; el Hijo, en el Progreso; el Espíritu Santo, en la Historia.
Matad al Padre de una vez para siempre. Es decir, poned en duda la Evolución. Entonces, la noción de Progreso fallará por su base; perderá su valor de absoluto; se despojará de su naturaleza casi religiosa. Y, en consecuencia, la Historia dejará de ser necesariamente ascendente. Hela aquí desprovista de mesianismo, reducida a pura crónica. Quizá sea éste el verdadero paisaje, que permanecía oculto detrás de los tabúes".

2. Acabo con la prometida breve reflexión: el hecho constatable de que los seres vivos, incluido el hombre, se transforman para adaptarse al medio, a lo largo de incontables generaciones, no implica de ningún modo que estas modificaciones sean necesariamente a mejor: tal valoración, como su contraria, resulta por completo improcedente. Se trata sólo de eficacia orgánica: evitar la extinción, en última instancia.

Ahora bien, el hombre actual es más inteligente que sus predecesores, y ha superado en alto grado las limitaciones físicas del entorno. ¿No podemos afirmar objetivamente, entonces, que nuestra situación ha mejorado? Aquí es precisa una distinción; vayamos por partes.

En cuanto al control sobre el medio ambiente, y el grado de bienestar alcanzado gracias a ello, al menos en parte del mundo, los países ricos "occidentales", se trata de logros culturales, de civilización: en última instancia, un producto histórico. La Historia es obra de los hombres, y sabemos a ciencia cierta que las regresiones son posibles: los "pasos atrás" se han producido a lo largo de las épocas. La Historia no sigue una línea de progreso irreversible, y es deber de los historiadores, gremio al que humildemente pertenezco, mantenerse conscientes de esta verdad y recordarla. Creer que existen fines irremediables en la Historia conduce a interpretaciones falsas y a posturas de abandono y resignación. No conviene al pensamiento progresista esta renuncia, sino, al contrario, partir de la convicción de que la Historia se construye día a día, en cada presente, porque la hacemos todos los seres humanos, y no obedece a un mandato prefijado con carácter inexorable.

No se puede hablar de progreso, por tanto, en el plano histórico. En cuanto al plano biológico, resulta incuestionable que la inteligencia del Homo sapiens sapiens actual es superior a la de sus ancestros homínidos. Y el aumento de la inteligencia, en cuanto soporte imprescindible para los logros culturales mencionados más arriba, constituye un avance importante. Aquí hay que hacer dos precisiones. Una, que el pasado incremento de la inteligencia no garantiza un incremento futuro. Otra, que disponer de más potencial de inteligencia no garantiza que ésta llegue a utilizare, y tampoco, en principio, que se emplee en provecho de la humanidad en su conjunto.

La última cuestión nos introduce de lleno en el terreno de la ética. La libertad de elección del hombre implica que podemos comportarnos hacia nuestros semejantes, y hacia el conjunto de los seres vivos en general, de modo beneficioso o dañino. Los artículos que he recomendado al principio de este post abren una nueva puerta a la esperanza: tal vez, a fin de cuentas, el mecanismo de la evolución conduzca en última instancia al progreso humano. Si existiera una naturaleza humana, y en ésta se encontrara inscrita una tendencia a cooperar, en lugar de una tendencia a competir, podríamos recuperar la fe progresista. Las disquisiciones sobre tan trascendente asunto serán el motivo de mi siguiente post, que espero escribir antes de que concluyan este año y su efeméride.



Jesús Ruiz

Categoría: Biología, Historia

viernes, junio 12, 2009

Adiós a la factura del gas: un sueño en camino

[Artículo publicado en el diario La Rioja con fecha 11 de junio de 2009]

Imagine que a final de mes no tuviese que pagar por el uso de la calefacción. Ni por el agua caliente. Ni por la electricidad. Imagine el dinero que se ahorraría. Y todavía más, imagine que con ello le estaría haciendo un favor a su país y a todo el planeta. No estaría nada mal, ¿no? Pues no es ningún sueño. O al menos así lo piensa el Parlamento Europeo que, el pasado mayo, aprobó una nueva normativa por la cual todos los edificios construidos a partir del 2019 tendrán que ser capaces de generar la energía que consumen.

Edificios energéticamente autosuficientes, un bonito sueño pero ¿cómo conseguirlo? Pensemos. Tendrán que generar algo de energía, qué tal si probamos con paneles solares, pero, sobre todo, tendrán que gastar mucho menos. Serán edificios que estarán mejor aislados térmicamente para que necesiten menos calefacción y refrigeración, que aprovecharán la energía proveniente del interior de la tierra mediante redes de tuberías que llegarán hasta una profundidad de cien metros, que contarán con electrodomésticos mucho más eficientes que minimicen el gasto en electricidad, etc. Un sinfín de mejoras que, en realidad, ya están a nuestro alcance en la mayoría de los casos. Por poner un ejemplo, expertos alemanes de la universidad de Wuppertal han demostrado que son capaces de reducir en un 90% el consumo energético de edificios antiguos aplicando tecnologías conocidas. Y otro que nos queda más cerca, el ayuntamiento de Tudela ha concedido licencias para la construcción de chalés que usarán la energía del sol y el interior de la tierra de manera que se conseguirá un ahorro energético del 50%.

Hasta la construcción tradicional nos enseña el camino a seguir. El ministro de Energía de Estados Unidos, y Premio Nobel de física, Steven Chu hablaba recientemente de las ventajas de pintar los tejados de blanco, como siempre se construyó en el Mediterráneo, para que los edificios reflejen la mayor parte de la energía solar que reciben y se mantengan frescos. Y es que, a veces, sólo hay que recuperar las buenas costumbres. Como la de los llamados “techos verdes”, tejados cubiertos totalmente por vegetación que fueron muy frecuentes en las casas del norte de Europa. Hoy se han redescubierto sus virtudes, la combinación de tierra y plantas en las azoteas actúa como aislante térmico y absorbe el agua de lluvia ayudando al drenaje urbano, y poco a poco se ha empezado a retomar su construcción, pero esta vez en los edificios de las grandes ciudades de todo el mundo.

La eficiencia energética ofrece ventajas para todo el mundo; al consumidor, que tendrá que pagar menos; al país, que recibirá una buena ayuda en un futuro donde el petróleo y el gas natural seguirán encareciéndose; y al planeta, que verá aliviado su calentamiento global si las emisiones de gases invernadero son reducidas. Y pensemos que no es un tema menor, el consumo doméstico supone un 40% del gasto total de energía en Europa y se le considera el mayor contribuidor al cambio climático, por encima incluso del transporte por carretera.

Así que la situación es la siguiente: sabemos que estamos ante un problema importante, y tenemos gran parte de la tecnología necesaria para solventarlo, pero aplicamos esta solución con cuentagotas. Por desgracia, más de un siglo de energía barata ha conseguido que, al comprar un piso, pensemos más en el alicatado, los baños y la cocina que en las instalaciones y los materiales. Y ya sabemos lo que cuesta cambiar de hábitos, no digamos si son colectivos. De ahí la importancia de este tipo de políticas que encauzan el mercado en la línea correcta y proporcionan a las empresas un nuevo campo que explotar. De hecho, con esta nueva disposición del Parlamento Europeo se estima que se crearán unos 400.000 empleos. Muchos de ellos vendrán de mejorar las prestaciones de los edificios ya existentes, que también se verán afectados por la nueva normativa ya que deberán cumplir unos objetivos intermedios impuestos por cada estado.

Ciudades con edificios energéticamente autosuficientes que ayuden a nuestros bolsillos y mitiguen el calentamiento global, en las que podamos pasear libremente porque el tráfico actual habrá sido sustituido por transporte público, en las que al mirar al cielo contemplemos azoteas verdes y llenas de vida… en fin, ciudades menos contaminadas y más amigables con sus habitantes. Ese futuro es posible pero habrá que trabajar duramente para conseguirlo. Esta nueva normativa europea ayudará a allanar el largo y tortuoso camino que conduce al objetivo y, por tanto, es digna de ser reseñada.

David Sucunza Saenz



Categoría: Ciencia, Ecología, Noticias, Política, Innovación

jueves, abril 23, 2009

La innovación como estímulo de la economía

[Artículo publicado el 20 de abril de 2009 en el diario La Rioja]

¿Cómo convencer a las empresas, que hoy se ven forzadas a recortar costes debido a una disminución drástica de la demanda, de que no reduzcan su inversión en I+D+i, de que no despidan a sus trabajadores mejor cualificados, de que no se deshagan de su talento, de su capacidad de innovar, de competir en mercados globales y adaptarse a los cambios? La crisis económica es tan grave que hemos perdido la visión a largo plazo, la planificación estratégica y cualquier objetivo que vaya más allá de un año vista. ¿Quién está pensando hoy en la manera en la que produciremos riqueza una vez superada la crisis, en los modelos de negocio que pagarán el déficit que estamos creando, en la forma de exportar más para poder mejorar nuestra balanza de pagos?

La inversión en I+D+i requiere de una financiación decidida y a plazo largo, sus resultados son inciertos -ya que resulta difícil predecir cuando se va a producir un nuevo descubrimiento- y en muchas ocasiones resulta complicado transformar un logro obtenido en el laboratorio en un producto que pueda ser comercializado. Sin embargo, son los países y empresas que más invierten en I+D+i los que producen bienes de mayor valor añadido, generan puestos de trabajo más estables y mejor pagados y disfrutan de mayor calidad de vida.

Los gobiernos de todo el mundo están invirtiendo cantidades astronómicas para mitigar los efectos de la crisis. Las cifras del desempleo, de reducción de la demanda y del comercio mundial son tan alarmantes que la mayoría de las medidas se centran en evitar el colapso del sistema, fomentar el empleo mediante obra pública y la protección social. Si bien todas estas medidas son necesarias, lo difícil es decidir la cantidad y el destino de las ayudas para suavizar el mal trago sin hacerlo dolorosamente largo, a la vez que ponemos las bases para salir fortalecidos de esta coyuntura.


La falta de crédito es una de las características de la crisis que marcará la primera parte de este siglo. Sin crédito, no se pueden crear nuevas empresas que produzcan riqueza y puestos de trabajo. La innovación requiere de una inversión inicial que la permita florecer. Ante la falta de liquidez de los mercados financieros, los fondos de capital riesgo han reducido drásticamente sus inversiones en nuevas empresas. El Reino Unido se ha dado cuenta de la importancia de que los emprendedores dispongan de financiación para poder desarrollar sus proyectos y de la dificultad que tienen para conseguirla de fuentes privadas. Por eso, ha puesto a su disposición un fondo de capital riesgo público de mil millones de libras esterlinas. Esta es, sin duda, una apuesta decidida del Gobierno británico para asegurarse una posición de liderazgo en el próximo ciclo económico.

España ocupa las últimas posiciones de la Unión Europea en los principales indicadores de ciencia y tecnología, especialmente, en el sector privado. En el Programa Ingenio2010, el Gobierno español se ha comprometido a llegar al 2% del PIB en inversión en I+D+i al final de esta década. Desgraciadamente, en los últimos años nos hemos alejado de este objetivo. La actual situación económica no puede ser excusa para dejar pasar también esta ocasión. Al contrario, el plan de estimulo de la economía supone una oportunidad de financiación extraordinaria. Si una parte de esta inversión se dedicara a alcanzar los niveles de gasto en I+D+i de los países de nuestro entorno, España podría tener por primera vez en siglos, una posición de liderazgo en ciencia y tecnología. Este es el momento de dar el siguiente paso cualitativo en nuestro sistema nacional de I+D+i, esto es, transformar los excelentes resultados en investigación básica y en publicaciones científicas conseguidos en los últimos años, en creación de riqueza y empleo. Tenemos la capacidad, el talento y la financiación. Es cuestión de voluntad y elegir bien nuestras prioridades. Sin esta inversión, la nueva Ley de la Ciencia y la Tecnología no será distinta de otras iniciativas similares.

Hoy sólo podemos pensar en una crisis anterior de dimensiones similares a la que padecemos actualmente, aquella que dio lugar a la Gran Depresión, la crisis de 1929. La receta para salir de aquel pozo de falta de demanda y empleo fue un mayor gasto público. La doctrina keynesiana sostiene que en épocas de recesión el gasto público puede compensar la falta de actividad económica. Siguiendo esta receta muchos países, entre ellos el nuestro, han puesto en marcha planes de estímulo de la economía que consisten, en buena parte, en el incremento de obra pública. En el pasado, algunos países con una economía estancada han utilizado una fórmula similar. Japón lleva aplicando una política de fuerte gasto en obra pública desde hace una década, por lo que parece razonable analizar este caso para sacar algunas lecciones que nos puedan ser útiles. Muchas de las obras que se han realizado en los últimos años son costosos proyectos sin demanda real, como enormes puentes entre islas escasamente pobladas, que no han logrado animar la economía nipona. Abrir un agujero para luego volver a taparlo crea empleo, pero no es eficaz para estimular la economía a largo plazo. El gasto público debe estar bien planificado de forma que las enormes posibilidades que ofrece una inversión billonaria dé los mejores resultados posibles. En este sentido, la inversión en innovación es especialmente eficaz.

La innovación supone una de las formas más efectivas de estimular la economía a varios niveles, tanto a corto plazo como, principalmente, a largo plazo. La inversión pública y privada en innovación no sólo favorece la demanda, la producción –entre otras cosas de propiedad intelectual- y el empleo de calidad, sino que pone los fundamentos para la nueva economía una vez pasada la crisis. Esta economía no debe estar basada en el riesgo desorbitado, la especulación y la desregulación, sino en el conocimiento, la sostenibilidad y una mejor calidad de vida. La innovación tiene la capacidad de dinamizar nuestra economía, diversificar nuestra oferta productiva y generar empleo de forma más estable y sostenida, algo especialmente necesario en España que pasa en pocos meses de crear más empleo que ningún otro país de la UE a destruirlo vorazmente.

Desde el punto de vista de la tecnología, estamos viviendo unos años extraordinarios. La convergencia de sectores nuevos con otros tradicionales y la emergencia de las tecnologías conductoras de la innovación NBIC (Nanotecnología, Biotecnología y las Tecnologías de la Información y la Comunicación) están fomentando el trabajo en grupos multidisciplinares, la colaboración entre centros de excelencia y entre universidades y empresas. El trabajo en red de científicos de todo el mundo nos permite avanzar en la lucha contra las enfermedades, disponer de mejores materiales y caminar hacia un futuro movido por energías limpias. Sólo si disponemos de mejor tecnología seremos capaces de luchar contra el cambio climático, disponer de mejores medicinas y encontrar alternativas más respetuosas con el medioambiente.

La Comisión Europea ha declarado 2009 Año Europeo de la Creatividad y la Innovación. En general, se suele justificar la elección de este año porque coincide con dos efemérides importantes: el uso del telescopio por Galileo hace 400 años y el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin. Sin embargo, a mi me gusta pensar que es para recordarnos que, a pesar de que sin duda 2009 será recordado como el año de la crisis y el desempleo, la creatividad y la innovación son las herramientas que nos permitirán, no sólo salir de esta situación sino, lo que es aún más importante, imaginar una nueva economía, una nueva forma de crear riqueza y empleo que genere bienestar, calidad de vida y sostenibilidad en el s. XXI.



Javier García Martínez
Director, Laboratorio de Nanotecnología Molecular. Universidad de Alicante.
Young Global Leader 2009. Foro Económico Mundial.


Categoría: Ciencia, Innovación, Política

lunes, marzo 16, 2009

El asesinato de Jesse James, la Historia, las alucinaciones colectivas y la rehabilitación de los traidores

(Reflexiones sobre El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, 2007)

El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford es una película que nos habla de la Historia y de la verdad. O, más bien, de la relación que debe establecer la disciplina histórica con la verdad. Ya que la película nos enseña que en cada época coexisten dos verdades igual de auténticas: la verdad de los hechos y la verdad inventada. La Historia, que asume el papel del narrador omnisciente, se encarga de contarnos la primera. Pero raramente presta atención a la segunda, que el espectador lejano tiene que deducir: la percepción popular, distorsionada, de aquellos mismos hechos. Algo que tuvo existencia histórica, y que a la postre resultó determinante en los acontecimientos que muestra la película, puesto que ocasionó el final de su otro protagonista, Bob Ford.

Considerado un traidor y un cobarde por sus contemporáneos, él estaba convencido de merecer el título de justiciero. Después de ser quien más había adorado a Jesse James, fascinado por su potente magnetismo (aura que evoca a la perfección Brad Pitt), decidió matarlo después de darse cuenta de que tan sólo era un asesino paranoico. Y a la misma conclusión, que Robert Ford se comportó como un justiciero, asumiendo grandes riesgos y tras un largo dilema moral, a idéntico convencimiento llega el espectador, persuadido de ello por la voz omnisciente en off que glosa y va enunciando la vida de los personajes. La película desvela los errores en los que se basó el culto popular hacia la figura de Jesse James, papel desmitificador que ha asumido en buena medida la Historia. Al espectador sólo le está permitida una duda, en todo caso: si la conducta de Bob Ford no se debió en parte a una causa reprobable, su afán de notoriedad, el mismo que en un principio le había llevado a solicitar el ingreso en la banda de los hermanos James.

A través de un episodio concreto y famoso, del que la versión más extendida ha sido precisamente la distorsionada por el mito popular, la película consigue demostrar la coexistencia en todo momento de dos verdades, la que corresponde a una reconstrucción exacta de los hechos y la inventada. La Historia debe tener en cuenta las dos en cualquier aproximación a otra época, ya que los hechos efectivos alcanzaron una distinta repercusión, dieron lugar a diferentes consecuencias, según la diversa percepción que de ellos tuvieron sus contemporáneos. De otro modo, si se contenta con establecer los acontecimientos sin esclarecer un fenómeno de mayores dimensiones, la patraña colosal urdida a partir de los mismos de la que se convirtieron en cómplices, voluntarios o involuntarios, infinidad de personas, el historiador corre el riesgo de incurrir en el reduccionismo y destruir el propio objeto de estudio.

A pesar de resultar muy efectiva a la hora de mostrar el haz y el envés de la realidad histórica, conviene advertir de que la película se separa en algunos aspectos de la estricta fidelidad a los hechos a fin de resultar más aleccionadora, más demoledora en el contraste entre la verdad verídica y la verdad inventada. Y lo hace en algo crucial: Bob Ford no acudió a la policía para entregar a Jesse James y denunciar a los miembros de la banda que vivían con él en casa. Fue apresado por la policía a continuación del tiroteo en el que mató a Wood Hite para salvar a su amigo Dick Liddel. Una circunstancia suficiente para convertir al antagonista de Jesse James de pretendido héroe, como sugieren el montaje de la película y el propio título (que prefiere el digno Robert al diminutivo, devaluatorio y nada épico Bob), suficiente para convertirlo, repito, de pretendido héroe en completo traidor, una vez despojado el crimen del desengaño como móvil pasional. Tal transformación haría aún más comprensible, al mismo tiempo, el desprecio que dedicaron sus contemporáneos a Robert Ford y el culto popular que recibió Jesse James una vez muerto, un espectacular fenómeno de alucinación colectiva digno de ser estudiado.

Una apostilla tal vez no ociosa. En la película Jesse James recuerda en ocasiones a Jesús de Nazareth. Tiene una personalidad arrebatadora, que cautiva a quienes están con él, y resulta amable y sabio cuando no tiene sus accesos de paranoia. Hay además otro rasgo que contribuye al paralelismo: el nombre de Jesse.

Bob Ford y Jesse James, al igual que Pat Garrett y Billy The Kid, que Teseo y el Minotauro, que el propio Judas y Jesús, escenifican una historia eterna (asociación que debo a la lectura de la obra de Samuel R. Delany, La intersección de Einstein). El modelo que repiten tan variopintos episodios es el tema del traidor y del héroe, tal y como lo bautizó Jorge Luis Borges.

¿Estuvo desengañado Judas con Jesús? ¿Quién más cercano, quien más cerca de la idolatría hacia la persona de Jesús de Nazareth, que uno de sus doce discípulos? Debajo de una de las traiciones más famosas se esconde un enigma capaz de suscitar gran interés. Rehuyendo tales disquisiciones, Jorge Luis Borges, tan aficionado a las paradojas, propuso una reinterpretación herética del Mesías que dejaba a salvo la redención divina. Un artificio narrativo que vuelve a enfrentar al espectador con el motivo de estas líneas: la compleja relación entre los acontecimientos y los relatos elaborados a partir de ellos por la posteridad.

Jesús Ruiz Pérez

Categoría: Historia

lunes, enero 19, 2009

El gran cazador

Hubo un tiempo en el que Australia estuvo poblada por una extraordinaria variedad de animales gigantescos. Se han encontrado fósiles de aves no voladoras de 100 Kilogramos de peso, lagartos de 7 metros de longitud, mamíferos excepcionalmente grandes con cierto parecido a los actuales rinocerontes y leones y hasta una tortuga cornuda que alcanzaba el tamaño de un automóvil pequeño. Todas estas especies desaparecieron para siempre hace algo más de 40.000 años.

Otra isla de gran extensión, Madagascar, es considerada en la actualidad un paraíso natural con una fauna única en el mundo. Sin embargo, esta singular riqueza no es más que una pálida sombra de lo que existió no hace tanto. Hipopótamos pigmeos, lémures gigantes y hasta media docena de especies del pájaro elefante, aves de tres metros de altura y media tonelada de peso que ponían huevos del tamaño de un balón de fútbol, habitaron sus bosques y praderas hasta hace mil años.

¿Por qué desaparecieron estos colosales animales? Probablemente jamás sepamos la respuesta con certeza pero, desde luego, existe un sospechoso claro: las extinciones en masa se dieron pocos siglos después de que el ser humano colonizase las islas. Y lo mismo ocurrió en América, donde el 80% de los grandes mamíferos habían desaparecido un milenio después de la llegada del hombre al continente, e incluso en Europa central, donde mamuts y rinocerontes lanudos fueron abundantes durante la última Edad de Hielo.

A pesar de estas pruebas circunstanciales, podríamos pensar que las evidencias que acusan al ser humano no son concluyentes; en el Sudeste Asiático y África siguen existiendo elefantes, rinocerontes y leones, todos animales de gran tamaño que conviven con el hombre. Sin embargo, esta aparente coartada tiene explicación. Estos animales coevolucionaron durante cientos de miles de años junto con nuestros ancestros, los primeros especímenes del genero Homo, y tuvieron tiempo suficiente de aprender a temerlos y evitarlos. Pero los animales que se enfrentaron por primera vez a un Homo con sus facultades cazadoras plenamente desarrolladas, el Homo sapiens moderno, no tuvieron tiempo para adaptarse y fueron aniquilados sin remedio. Y así fue como Australia se quedó sin una sola especie animal más grande que el hombre hasta la llegada del caballo y la vaca.

Los tiempos han cambiado y la evolución cultural que ha experimentado el ser humano desde su aparición en escena le ha llevado a sustituir la recolección y la caza por la agricultura y la ganadería. Eso no quita que la flora y la fauna del planeta estén más amenazadas que nunca, pero sus mayores problemas hoy en día provienen de la pérdida de hábitats, el cambio climático y la contaminación. Al menos a lo que en tierra firme se refiere; sigue habiendo un medio que el ser humano explota valiéndose de sus dotes como cazador: el océano.

Los océanos son el hogar de cuatro quintas partes de la vida que alberga el planeta. No es de extrañar por tanto que, desde tiempos inmemoriales, el hombre haya explotado este recurso, que siempre creyó inacabable. Sin embargo, la enorme demanda existente y el uso de barcos capaces de seguir los bancos de peces con las más altas tecnologías y almacenar en sus bodegas decenas de miles de toneladas han demostrado lo confundidos que estábamos. Nuestros mares se están convirtiendo en desiertos submarinos: en el último siglo la sobreexplotación pesquera ha reducido el volumen de peces de los océanos en un 90%. Y es que cada año se extraen cerca de 130 millones de toneladas de pescado, de las que casi una cuarta parte se vuelve a arrojar al agua nada más realizada la captura. O sea, 30 millones de toneladas de peces muertos que son desechados cada año en los propios barcos por culpa de unas técnicas de pesca no suficientemente selectivas.

Y como la historia del ser humano nos enseña, las primeras especies en caer son las de gran tamaño. Más del 90% de las pesquerías de los grandes predadores pelágicos están prácticamente agotadas. La población del famoso bacalao del Atlántico Norte colapsó en los años setenta y no ha vuelto a recuperarse y algo parecido puede decirse del pez espada y el atún rojo. La situación de este último es tan dramática que la organización ecologista WWF-Adena ha pedido suspender su consumo mientras siga en grave amenaza, un boicot al que se han sumado miles de ciudadanos en todo el mundo y decenas de empresas, entre las que figuran las cadenas de supermercado Auchan y Carrefour.

El atún rojo es un gigante oceánico que puede llegar a pesar 600 kilogramos, más que un caballo, y habita en mar abierto, donde es un depredador feroz gracias a su velocidad de nado y su capacidad de aceleración, mayor que la de un Porsche. Una de sus principales zonas de desove es el Mar Mediterráneo, donde, desde tiempos prerrománicos, se han aprovechado los viajes migratorios de los individuos adultos para pescarlos mediante el arte de la almadraba. Y este mar sigue siendo su principal área de captura pero las técnicas han cambiado y hoy se usan redes de cerco que atrapan bancos enteros de ejemplares jóvenes que luego son engordados en granjas. Y, obviamente, estos ejemplares nunca tienen la oportunidad de reproducirse para mantener la buena salud de la especie. Si sumamos a esto una explotación que sobrepasa en mucho lo que la población de atún rojo puede soportar, tenemos una especie al borde del colapso. De hecho, las pocas almadrabas que quedan han visto como su rendimiento ha descendido a la cuarta parte en los últimos años.Aunque científicos y ecologistas llevan años pidiendo la reducción de las cuotas de captura de atún rojo para que su explotación sea sostenible, las medidas políticas tomadas hasta ahora han sido insuficientes y no han frenado su pesca implacable. El tiempo pasa y enseña pero parece que el gran cazador aún no ha comprendido que las presas no son inagotables.


David Sucunza Sáenz

Categoría: Ciencia, Historia, Biología, Ecología